domingo, 14 de febrero de 2016

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martes, 9 de febrero de 2016

"Pienso, luego existo" o "Existo, luego pienso"


Estamos tan agobiados con la falta de tiempo en 2º de bachillerato que, a veces, se nos olvida que la filosofía se construye sin prisa, con diálogo, prestando atención… abriendo bien los ojos y los oídos.

Nuestra compañera María José nos regaló una preciosa charla sobre Descartes, una reflexión en voz alta que nos permitió dialogar con el padre del racionalismo.

La exposición de nuestra compañera giraba en torno a dos temas fundamentales de la filosofía cartesiana: la realidad y la identidad.


La charla comenzó desde el mismo punto de partida que lo hace el pensador francés, esto es, planteando la hipotética posibilidad de que lo que llamamos “realidad” no sea exactamente como nosotros somos capaces de percibirla. Para apoyar este presupuesto nos mostró cómo, en el cine actual sigue planteándose la misma cuestión. Nos mostró una escena de la película “Matrix” en la que se cuestiona el problema de la apariencia y la realidad.

El problema de la identidad comenzó con una maravillosa lectura de un fragmento del libro “La insoportable levedad del ser” de Milan Kundera. En ella Teresa, la esposa de Tomás, reflexiona delante del espejo separando claramente su alma (su auténtico yo) de un cuerpo que le es hostil, porque además ha sido incapaz de alejar a “su hombre” de otras mujeres.

A continuación nos habló María José del curioso experimento mental “cerebros en una cubeta” del filósofo californiano Hilary Putnam.

Y después pasamos a la crítica con “El error de Descartes” de Antonio Damasio. Damasio, partiendo del ejemplo de Phineas Gage, demuestra que Descartes está equivocado, no es posible separar el alma del cuerpo, porque son lo mismo. De ahí concluye que el “Pienso, luego existo” debería ser “Existo, luego pienso”.

Para cerrar el problema de la identidad nos obsequió con el fragmento de la película Blade Runner titulado “Lagrimas en la lluvia”:

“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir “

jueves, 4 de febrero de 2016

Interpretar el Mito de la Caverna

Durante la segunda evaluación, vuestros compañeros de 1º de bachillerato están reinterpretando el Mito de la Caverna de Platón. Estas reflexiones le han parecido especialmente interesantes a su profesora María José Moreno. Esperamos que las disfrutéis.
El Mito de la oveja

Por Sebastián Hidalgo Abril


Llevo mucho viviendo la misma rutina junto a todas mis compañeras, algo así como dieciséis esquilaciones. Todos los días me despierto en el mismo lugar, cómodo, calentito, acompañada, a veces por alguna compañera más, a veces por alguna menos. Comemos hasta hartarnos, bebemos hasta saciarnos, con los grises días juntas nos cobijamos bajo el mismo techo y en esos días brillantes que el verde suelo crece y se llena de colores viene a visitarnos los carneros.


Pasa y pasa el tiempo, todo sigue igual. Mis compañeras no se preocupan más que por comer, beber y dormir… Pero tiene que haber algo más allá de esta rutina y no aguanto más, lo voy a averiguar.



Un día me alejé de mis compañeras, sola, ninguna más sentía la misma necesidad que yo. Llegué a lo más lejos que nunca me había alejado de ese lugar cuando el señor que nos daba de comer y beber en los días grises me empezó a impedir el paso, me gritaba, intentó golpearme con su vara y luego mandó a su amigo de cuatro patas que tras perseguirme intentando amedrentarme para que volviera presa a la rutina me mordió, sangraba, me dolía, era la primera vez de mi vida que supe lo que era el dolor, pero conseguí huir.


Me alejé mucho del cómodo suelo verde donde me crié y llegué a un extraño lugar que no había visto en mi vida. El suelo era gris oscuro y muy duro, a los lados de este suelo se levantaban muros enormes de color blanco con unos pequeños huecos de madera de los que a veces salían y entraban señores, que aunque me miraban extrañados seguían con sus vidas. Estuve observándoles el tiempo suficiente para que dejasen de extrañarse por mi presencia y fue cuando me di cuenta de algo, estos señores, son cómo nosotras, siguen cada día la misma rutina sin parar y parecen no darse cuenta, hasta parecían ser felices.

Seguí mi camino, hambrienta, sedienta, dolorida, sola, confundida, pero aunque no sabía a ciencia cierta lo que estaba haciendo algo me empujaba a seguir alejándome lo más posible de la rutina y era mucho más fuerte que el hambre, la sed y el dolor. Llegué a un lugar lleno de espesos árboles y con el suelo lleno de hiervas altas, había animales que jamás había visto antes, me adentré en el bosque pero todo estaba muy oscuro, no conseguía ver nada.

Con el paso de los días me di cuenta de algo, no es que el bosque estuviera oscuro, si no que no conocía nada de lo que aquí había, era todo espectacular y lo mejor, siempre había algo nuevo por descubrir, me encanta este lugar, pero creo que aunque esté aquí y es lo que quería tengo la obligación de traer a mis compañeras aquí.

Volví a los pastos de mis orígenes e intenté traer a todas y cada una de mis compañeras, pero ninguna de ellas quiso acompañarme, es más, me daban la espalda y hasta llegaron a intentar agredirme.

El señor del perro me vió e intenté llevarlo a él, pero en lugar de eso me cogió por la fuerza junto a unas compañeras mias y me llevó a una habitación oscura y gris.


Mi reflexión sobre “El mito de la caverna” de Platón

Por Elvira del Carmen Olmos Martínez


Lo ideal sería que empezará contando el mito, pero entonces esto se haría inmensamente largo y dudo que alguien lo leyera hasta el final. Así que daré por hecho que todos lo habéis leído ya varias veces y sabéis perfectamente de qué hablo.


El escenario que nos presenta Platón es por lo menos inquietante e intimidante. Unos prisioneros que no saben que lo son, unos alineadores que se creen libres puesto que son participes del engaño, pero que a su vez, siguen un camino marcado previamente, por tanto también son prisioneros.


Pero lo más inquietante es lo quiere decirnos Platón con esta alegoría: Que esos prisioneros, son como nosotros. La primera reacción seria rechazar esta idea ¿Cómo voy a estar prisionera? ¿Cómo va a ser mi realidad una mentira? Esa, podría decirse, sería una reacción razonable y coherente. Pero por alguna razón yo no la rechazo, es más, para mí fue como escuchar un viejo cuento ya olvidado. Y aunque me gustaría rechazar y negar esta inquietante idea. En el fondo siempre está esa espinita que me hace preguntarme ¿Y si es cierto? ¿Podría ser?

Dicen que sabio es aquel que admite su ignorancia ¿No es entonces de sabios admitir la posibilidad de que uno está equivocado y todo aquello que cree real es solo una sombra? Una sombra para hacernos manipulables que pensemos y actuemos como alguien quiere que lo hagamos.

Es difícil aceptar esta idea, porque es cómodo aceptar la ignorancia y seguir mirando sombras tranquila y calentita en el fondo de la caverna. Es difícil, porque cuando quieras rechazar la caverna y lo que ella te ofrece lo harás solo y la mayoría te llamara loca, excéntrica o exagerada y tendrás que salir sola a través de la empinada cuesta.

Séneca y Jim Morrison

Durante el presente curso nuestra compañera María José Moreno está trabajando en la materia "Filosofía" la elaboración de un Diario Filosófico. Todos vuestros compañeros de 1º de bachillerato están haciendo cosas interesantes... Aquí tenéis una muestra.

5/10/2015

Siempre me he sentido una persona muy ligada a la música. Me sirve de alterador de mi estado de ánimo: una canción puede columpiarme a través de las tibias aguas que separan la alegría de la tristeza. Ahora mismo retumba en mis oídos “When the music’s over” de The Doors. La música es envolvente y tiene un divertido efecto que hace que se distorsionen tus pensamientos, transformándose ellos mismos. Pero no estoy escribiendo para hablar de las obras de arte de Ray Manzarek, el músico del grupo, sino de Jim Morrison, el cantante, compositor y poeta.



Jim Morrison era todas las malas influencias juntas: mujeriego, consumidor habitual de LSD, peyote y demás transgresiones a las “normas”. Pero una cosa le salvaba: era un poeta y escribía letras altamente metafóricas y con muchos significados paralelos. Ejemplo práctico: “Cancel my subscription to resurrection”. Esa única frase, “Cancela mi suscripción a la resurrección”, es un grito de guerra contra los convencionalismos que las revistas y los medios nos imponen, esos convencionalismos de perfección. Perfección absurda. Porque la perfección en sí es la convivencia pacífica con nuestras imperfecciones. Esa frase también nos dice “no quiero la resurrección”, esa rebeldía ante que la vida plena es la vida extensa, pero Jim Morrison tenía razón. Ya lo decía Séneca en “Cartas a Lucilio”: “No hemos de preocuparnos de vivir largos años, sino de vivirlos satisfactoriamente".

Qué cosas tiene el tiempo y su efecto moldeador en la roca y el pensamiento: Jim Morrison y Séneca compartían el mismo prisma sobre la muerte.

También nos encontramos con la ironía: un cantante que canceló su suscripción a la muerte a los 27 años de edad y pasa a la historia. Porque al fin y al cabo somos arena: desplazados por el viento, olvidados en el fondo, como un juguete malcriado. Lo único que perdura es nuestro recuerdo entre los que nos aman.

Lo olvidaba, Jim y Séneca tenían razón: compensan 27 años de vida plena, o aunque Morrison fuera un cabrón, que 80 años viviendo oxidado por los pensamientos o por lo políticamente correcto. Claro paralelismo con el texto de Constantin Cavafis, “El viejo”. El viejo se encuentra carcomido por el daño que la prudencia le ha producido “de los impulsos que ha tenido y las delicias que sacrificó”. Ese viejo ha vivido físicamente pero no ha tenido una vida completa, una vida llena de lo que debe estar llena una vida: de vivencias, emociones, decisiones, ya sean malas o buenas, pero decisiones vivas. Jim Morrison lo hizo, y, aunque suene mal, prefiero la visión de Morrison. En la vida no hay que hacer más cosas que simplemente vivir. Soy la vida que vivo y a donde me lleva.


Juan Antonio Romero Rayo