domingo, 21 de mayo de 2017


Hemos tenido la suerte de contar este año con la presencia de Nieves Muriel en nuestro centro. La autora ha impartido talleres sobre escritura femenina y creatividad poética tanto a los alumnos y alumnas de 1º de bachillerato como a los miembros del club de lectura. Aquí os dejamos una breve biografía sobre la poeta y una carta que nos ha escrito. Muchísimas gracias Nieves. Esperamos tenerte aquí muy pronto. 

NIEVES MURIEL


Es Licenciada en Filología hispánica y D.E.A en Estudios de las Mujeres y de Género por la Universidad de Granada. En el año 2005 finaliza su maestría en Estudios de la diferencia sexual en el Centro de Investigación de Mujeres Duoda (Universidad de Barcelona). Imparte cursos de Crítica de la cultura e historia de las mujeres y publica en revistas especializadas de crítica literaria, feminismos y filosofía. En el año 2010, recibe la beca de investigación Miguel Fernández por su trabajo y parte de su tesis, La luz de las palabras. Estudio sobre poesía contemporánea española escrita por mujeres (2013). 


Su libro de poemas, La pequeña llama (2013) obtuvo el IV Premio Internacional de Poesía José Verón. Sus poemas han sido recogidos en ediciones no venales y también en antologías y revistas. En 2016 la editorial Renacimiento publicará su segundo libro de poemas Carta de la sirena que ha obtenido el II Premio Juana Castro.


  
Soy una ComeLibros y me encantan las Gafas de Poeta.
            La primera vez que leí un libro entero –¡un libro sin ilustraciones y para gente adulta!– sentí una emoción muy grande. Es una emoción que mi cuerpo –pese a los años que han pasado desde entonces– no ha olvidado y que está vinculada al milagro de la escritura y la lectura. Posible, en verdad, gracias al milagro primero de la comunicación humana y su aprendizaje.
            Cuando aprendimos a hablar –guiadas y guiados por nuestra madre y las gentes que nos rodeaban– aprendimos las palabras bajo una confianza ciega y amorosa, confiando en quien nos hablaba y en que esos signos que son las palabras representaban, ciertamente, la realidad señalada.    Por eso, cada vez que digo “quiero agua”, tengo sed, cojo un vaso y lo lleno bajo el grifo de la cocina. Pero también cuando digo “agua” puedo pensar en el mar a raudales. Puedo pensar en mis lágrimas de muchacha que vivió con las arañas; en la saliva dulce de la boca que amé; o en mi cuerpo lunar bajo la luna. Somos agua las criaturas –más de un ochenta por ciento, dicen– y, por eso, cuando digo “agua” también pienso en mi cuerpo movido por la marea.
            El signo “agua” es entonces una puerta que se abre cuando amamos las palabras y jugamos a hacer poesía. Porque las palabras doblan la realidad y el mundo y la poesía multiplica este milagro abriendo los signos y significados para hacer más grande esa experiencia. Ese es el pasaje que la poesía enseña.
            Leer, anotar, escribir forman parte de mi experiencia cotidiana, personal e íntima. Y cuando escribo “íntima” quiero decir que fue en intimidad como aprendí mi amor por las palabras. La historia de ese amor es larga y se pierde en la noche de los tiempos, pero hay una filósofa que la enseña y sin la que no puede entenderse la historia del siglo XX: María Zambrano (1904-1991).
            Esta filósofa universal pero de veras, no al modo de muchos filósofos, ha señalado la importancia de la revolución simbólica que la poesía trae consigo. Revolución, sí, al modo de las grandes revoluciones que han transformado el mundo, aunque la poesía lo hace sin guerras y sin muerte. El camino y la metafísica que María Zambrano siguió y buscó toda su vida enseña que las palabras están cargadas –pero no al modo del peso de las pistolas y las armas– sino con la potencia de una acción invisible que es la de la trascendencia. Es decir, la capacidad de decir y transformar el mundo. Desde ahí, cada palabra está cargada de posibilidades inauditas con las que buscar, crecer, hacer más grande la experiencia del mundo sin cercarla, haciendo que nuestro paso por él sea más verdadero.
            Entonces. Palabras como puertas; palabras como puertos, como páramos, portales, planteles, poblados; palabras como pueblos, que nos aguardan mostrándonos otros caminos para sentir y ser. Entonces, buscar en las palabras y con ellas nuevos sentidos para decir el mundo, para volver sobre lo pensado y atrevernos a decir lo impensable. Entonces. Amar tanto, que el mundo se detenga y el día sea más largo.
            Amar, saltar cantar comparten la misma etimología. Y, por eso, el amor ama, canta, salta y goza de Todo lo que es bello. Y nada –también sabe nadar– en la Nada más cruda. Se trata también de una experiencia imperecedera: La del amor y el aprendizaje de la lengua que nos dio la madre mientras nadamos en su barriga y después.
            Entonces, se trata siempre de lo mismo: del amor y las palabras que me hacen recordar el rato amable y tierno que compartí hace sólo unas semanas en el I.E.S. Montes Orientales de Iznalloz en compañía de un alumnado inteligente e inquieto y de un profesorado atento y amoroso que hacen de este centro una casa viva en la que me sentí como en casa. En la que me sentí de nuevo adolescente perdida y bella.
            La adolescencia es siempre misteriosa. Por eso, nos hace bellas y bellos a todas las criaturas mientras la transitamos más allá de nuestro aspecto físico porque “junto a” la física, la adolescencia nos regala un misterio.
            “Junto a” en griego se escribe “meta” y por eso es meta-físico y revelador el pensamiento de María Zambrano; y por eso la poesía es misteriosa como la adolescencia y junto a vosotras y vosotros me sentí de nuevo adolescente. Metafísica estoy al recordaros, como le dice Babieca a Rocinante y, por eso, siempre estoy enamorada. De las palabras.
            Ojalá que el cuidado con ellas; el Menos es más; la miopía de la hipérbole del Amor; las gafas del Asombro y toda la Magia del mundo, cuando lo miramos desde la poesía, os acompañe en vuestro ratos de convivencia educativa.
            Ojalá os dé por jugar con lo aprendido aquella mañana; por amar el mundo con cuidado y por COMER MUCHOS LIBROS, como yo. Experiencia, la de la lectura de las otras y los otros que tanto solaz me hace sentir desde niña y que ahora luzco feliz y llevo de recuerdo en forma Chapa-Regalo-vuestro en mi chaqueta. De poeta.
                                                                                 
           
                                                                                    Nieves Muriel  



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