Paralelamente a las competiciones gimnásticas en la
Antigua Grecia se celebraban certámenes literarios y en ellos se cantaban
himnos, la mayoría de ellos se dedicaba a los dioses. Por este motivo, al
celebrar en nuestro centro las Primeras Olimpiadas hemos preparado la
siguiente actividad coordinándonos el departamento de Música y el departamento de Lengua castellana y
Literatura:
Un grupo de alumnos voluntarios de la ESO ha ido pasando por las clases llevando una
antorcha simbólica y recitando, entre notas musicales, unos himnos homéricos.
Pretendíamos con esta actividad dejar dos mensajes: uno a nivel de
conocimiento, la existencia de estos certámenes literarios; y otro a nivel del
fomento de la paz, recurrimos a estos sabios griegos para recordar que la
formación íntegra del ser humano consiste en el desarrollo de la mente y del cuerpo.
Nuestro deseo es que de este instituto salgan personas formadas que se cuidan a nivel físico
y mental y que ponen todo su esfuerzo en hacer un mundo más feliz y más justo.
Presentamos uno de los himnos homéricos leídos para
que, queridos lectores, admiréis la belleza y la devoción con la que están
escritos:
A AFRODITA
1 Cantaré a la de áurea corona,
veneranda y hermosa Afrodita, a quien se adjudicaron las ciudadelas todas de la
marítima Chipre, adonde el fuerte y húmedo soplo del Céfiro la llevó por las
olas del estruendoso mar entre blanda espuma; las Horas, de vendas de oro,
recibiéronla alegremente y la cubrieron con divinales vestiduras, pusieron
sobre su cabeza inmortal una bella y bien trabajada corona de oro y en sus
agujereados lóbulos flores de oricalco y de oro precioso, y adornaron su tierno
cuello y su blanco pecho con los collares de oro con que se adornan las mismas
Horas, de vendas de oro, cuando en la morada de su padre se juntan al coro
encantador de las deidades. Mas, así que hubieron colocado todos estos adornos
alrededor de su cuerpo, lleváronla a los inmortales: éstos, al verla, la
saludaron, le tendieron las manos, y todos deseaban llevarla a su casa para que
fuera su legítima esposa, admirados de la belleza de Citerea, de corona de
violetas. 19 Salve, diosa de arqueadas cejas, dulce como la miel; concédeme que
alcance la victoria en este certamen y da gracia a mi canto. Y yo me acordaré
de ti y de otro canto
Por último,
destacamos de manera especial al siguiente himno por la vigencia que tiene
todavía en nuestros días:
XXX
A LA TIERRA MADRE DE TODOS
1 Cantaré a la Tierra, madre de todas
las cosas, bien cimentada, antiquísima, que nutre sobre la tierra todos los
seres que existen: cuantos seres se mueven en la tierra divina o en el mar y
cuantos vuelan, todos se nutren de tus riquezas. De ti proceden los hombres que
tienen muchos hijos y abundantes frutos, oh venerable; a ti te corresponde dar
y quitar la vida a los mortales hombres. Feliz aquel a quien tú honras, benévola,
en tu corazón, pues todo lo tiene en gran abundancia. Para hombres tales la fértil
tierra se carga de frutos, en el campo abunda el ganado, y la casa se les llena
de bienes; ellos reinan, con leyes justas, en ciudades de hermosas mujeres, y
una gran felicidad y riqueza los acompaña; sus hijos se vanaglorian con pueril
alegría; las doncellas juegan y saltan, con ánimo alegre y en coros
florecientes, sobre las blandas flores de la hierba. Tales son los que tú
honras, veneranda, pródiga diosa. 17 Salve, madre de los dioses, esposa del
estrellado Cielo. Dame, benévola, por este canto una vida que sea grata a mi ánimo;
mas yo me acordaré de ti y de otro canto.
Inmaculada
Fernández Parra
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