El instituto es un lugar para crecer. Por ello en numerosas ocasiones alentamos a los alumnos a que se atrevan a desarrollar sus capacidades de forma creativa. Una de las dimensiones creativas del ser humano viene de la mano de la escritura y otras de la pintura. En el cuento que a continuación se presenta hay un ejemplo de lo anteriormente dicho: Alicia Martínez Martínez del curso de 4ºESO A ha escrito una bonita historia que ha ilustrado Paula Rodríguez Rodríguez de 1º ESO A. Un binomio perfecto.
Inmaculada Fernández Parra.
LA FANTASMA
Dong,
dong, dong... cinco veces sonó la campana del reloj del salón,
marcando la una de la mañana. Ya era la hora.
Ana
tenía 7 años de edad, pero sabía leer perfectamente, parecía que
llevara toda la vida haciéndolo, y muchos dirían que así era. Esa
noche estaba leyendo “Para
leer al anochecer”
de Charles Dickens. El libro narraba 13 historias espeluznantes sobre
fantasmas, de las que a Ana le gustaban. Sus padres no la dejaban
leer tales libros, por lo que siempre los leía de madrugada, cuando
todos soñaban y ella podía disfrutar sin interrupción del miedo
que le infundían las historias, aunque sabía que eran mentira. Los
fantasmas no eran malos ni querían hacer daño a las personas, es
más, era justo lo contrario.
Cuando
el reloj del salón hubo terminado de tocar la una, Ana cerró su
libro y lo guardó debajo del colchón, donde estaba segura que su
madre no miraría al hacer la cama. Se levantó sin hacer ruido y se
puso tres pares de calcetines. La madera de la casa tendía a crujir,
por lo que al llevar varios pares de calcetines, estos amortiguaban
su peso evitando que la madera crujiera tanto, y además le protegían
los píes del frío.
Bajó
sigilosamente las escaleras y se dirigió a la cocina. Cogió un
paquete de galletas y se metió debajo de la mesa. El hule era tan
largo que prácticamente llegaba al suelo. Una vez allí, esperó.
A
la una y cuarto, cuando ya se había comido medio paquete de
galletas, apareció Cassidy.
Cassidy
también era una niña, y también tenía 7 años. Ambas tenían
muchas cosas en común, excepto una, y es que Cassidy era un
fantasma.
Cuando
Ana lo descubrió, sintió más asombro que miedo, ya que Cassidy no
tenía el aspecto que Ana esperaba que tuviera. En todos los libros
de fantasmas que había leído, estos tenían el aspecto de una
persona, pero eran transparentes. Cassidy no se parecía en nada a
estos fantasmas. Ella era un conjunto de bolitas luminosas flotantes,
y tampoco hablaba como las personas, Ana podía oír su voz dentro de
su cabeza, y cuando quería decirle algo solo tenía que pensarlo.
Cassidy tampoco era mala como la mayoría de fantasmas de sus libros,
a ella le gustaba contar historias sobre su vida como persona y como
fantasma.
Un
día, Ana le preguntó que por qué los fantasmas en verdad eran
buenos cuando todo el mundo se los imaginaba malos. Cassidy le
respondió que cuando mueres, toda la maldad que había o pudiera
haber habido se queda con tu cuerpo, ya que la maldad solo puede ser
concebida por los humanos, cuyo único propósito es la destrucción.
Cuando mueres y te conviertes en fantasma, puedes ver la verdad.
Según
lo que Cassidy había contado a Ana, esta había vivido hace muchos,
muchos años, y también había muerto hace muchos, muchos años,
cuando solo tenía siete años. La casa en la que Ana vivía era muy
antigua, y había estado habitada por muchas familias antes que la
suya. La familia de Cassidy había sido una de ellas, y cuando tenía
7 años, se acatarró, y murió.
Cuando
se lo contó a Ana, esta le dijo que eso era imposible, que nadie se
moría de un resfriado, que ella había estado resfriada muchas veces
y no era tan malo. Cassidy le explicó que en su época, pillar un
resfriado era sentencia de muerte en la mayoría de los casos.
Y
así pasaba Ana las noches, oyendo las historias de Cassidy, que eran
mucho más interesantes que las que había en los libros. Cada noche
era una historia nueva, y parecía que nunca se iban a acabar.
Pasaron
los años, y Ana seguía disfrutando todas las noches a la una y
cuarto de la madrugada de una sesión de cuentos. Cuando cumplió los
11, decidió escribir todo lo que Cassidy le contaba, para
conservarlo y no olvidarlo.
Una
noche de septiembre, a la una de la madrugada, Ana bajó a la cocina
y se metió debajo de la mesa con su paquete de galletas, y esperó.
Llegó la una y cuarto, y esperó. Ya solo le quedaba un cuarto del
paquete de galletas. Ahora era la una y media. Ya no le quedaban
galletas.
Cuando
el reloj del salón tocó las dos de la madrugada, Ana estaba
profundamente dormida.
A
la mañana siguiente, mientras paseaba por el jardín, pensó en
Cassidy. ¿Qué le habría pasado? ¿Por qué no había venido?
¿Estaría enfadada con ella?
Esa
misma noche volvió a bajar, a la hora de siempre, y también espero.
Esta vez no se quedó dormida, y cuando el reloj dió las dos,
decidió subir a su cama a dormir.
Siguió
la rutina de los últimos 4 años durante una semana, pero no hubo
suerte, Cassidy no venía a su encuentro. Cada vez esperaba menos
tiempo, hasta que una noche, a la una, cuando cerró su libro y lo
guardó debajo del colchón, no bajó a la cocina, sino que apagó la
luz y se durmió, mientras que una lágrima se abría paso mejilla
abajo. Desde ese día no volvió a pensar en Cassidy.
Ana,
ahora ya con 18 años, estaba muy indecisa, ¿se llevaba toda su ropa
al piso de la ciudad o dejaba algo para cuando viniera a visitar a
sus padres? Bueno, ya haría la maleta más tarde, ahora tenia que
meter todos los adornos de su habitación en cajas, no podía irse
sin ellos. Cuando ya casi había terminado recordó que siempre
guardaba un libro de cuentos debajo del colchón. Cuando fue a
buscarlo, no lo encontró, pero lo que sí descubrió fue un pequeño
cuaderno de tapas azules en cuya portada había escrito con letra
infantil un nombre: “Cassidy”.
¿De
qué le sonaba ese nombre?
Abrió
el cuaderno y vio que estaba lleno de historias. En las primeras
páginas había una especie de introducción que decía:
Historias
de Cassidy “La Fantasma”
Fantasma. Esa palabra le dió sentido a todo. Ahora lo recordaba. Las bajadas a la cocina en medio de la noche, la llegada de su amiga a la una y cuarto, sus interminables e interesantes historias... y la noche en que Cassidy la abandonó.
O
quizá
Cassidy no la abandonó, quizá todo había sido un sueño, un
producto de su imaginación.
Quizá
todo había pasado en su cabeza, pero, ¿por qué iba a significar
eso que no fue real?
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