En
primer lugar, porque en el instituto hay alumnos que escriben muy bien. Los
profesores de Lengua descubrimos en ocasiones escritos de nuestros chicos con
mucho nivel, textos que nos hacen vibrar y entusiasmarnos. He de decir que,
además del texto de Julia, también escribieron historias bonitas para el
concurso sus compañeros María Sánchez, Claudia, Inés y Javier.
En
segundo lugar, porque estos adolescentes ya están construyendo un mundo mejor porque
si son receptivos al dolor y a las necesidades de los demás, si se plantean y
escriben estas historias de solidaridad es porque en sus corazones ya ha
crecido la semilla de la empatía y de la justicia.
En
tercer lugar, por las familias de estos alumnos y alumnas y por nosotros, sus
profesores, porque estamos en el buen camino: estamos educando correctamente y
esto nos tiene que llenar de orgullo.
¡Muchas
felicidades, Julia!
Vamos a
publicar tu cuento y las ilustraciones que has creado para él en este
blog de la biblioteca para que puedas compartirlo con toda la comunidad
educativa de nuestro instituto.
Nos
queda informar a todos de la recogida del Premio a nivel Provincial
que fue el 24 de noviembre y de la recogida de diploma a nivel Regional que se
celebrará el próximo 2 de diciembre.
De
nuevo, nuestra enhorabuena.
Inmaculada Fernández Parra
ENTRE
ARENA
Dibujar en la
arena era una de las mejores cosas que
había conocido jamás. Me sentía libre. Yo era Kiah una niña nacida en Kenia en
una tribu muy perdida, lejos de un
hospital y del colegio al que me encantaba ir. Todas las mañanas me
levantaba a las 5:00 de la mañana. Siempre me levantaba con la esperanza de que
me iba a pasar algo bueno. Me ponía de camino al colegio de la mano de mi
hermano pequeño Aissa, tenía 6 años menos que yo. Después me iba a casa y allí
mi madre nos tenía preparada la comida, siempre le daba las gracias a ella, a
mi padre y a Abdu. Él era el vecino y el mejor amigo de la familia, ya que
cuando mi padre se ponía demasiado enfermo, debido a su enfermedad, él nos daba
una parte de su sueldo para comprar en el mercado. Mi madre había sufrido
mucho. Ella no se había casado con mi padre por amor, sino porque la obligaron,
ya que lo decía su religión. Aunque estaba mal, ella siempre me ponía una
sonrisa y me decía que siempre fuese positiva. Después de comer hacía mis
deberes y esperaba hasta que saliesen las estrellas. Me encantaba quedarme
dormida mirándolas, me sentía protegida.
Me preguntaba cómo se verían desde otra parte del planeta. Y así eran mis días
, unos con más suerte en el que la arena de mis dibujos no se la llevaba el
viento y otros días cuando terminaba mi dibujo y el aire se llevaba toda esa
arena a otra parte del mundo.
Cuando
cumplí 15 años me obligaron a casarme con un hombre que no conocía. Un día
antes de mi boda me despertó. Lo primero que puede ver fueron sus ojos azules
como el cielo que brillaban como las estrellas. De repente, me entregó una carta y unos macutos con ropa y comida.
Me dijo que fuese para el norte y que a 40 km me esperaba un coche que me
llevaría a una vía de tren. No me dio
más indicaciones porque decía que venía escrito
todo en la carta. Me dio a mi hermanito en brazos y me dio el abrazo más
fuerte del mundo, me deseo suerte y me dijo que fuese fuerte y que no mirase
hacia atrás. No lo asimilaba. Serían sobre las 5:00 de la mañana. Aissa ya se
había levantado no sabía explicarle todo,
me preguntaba demasiadas cosas que ni yo sabía explicarme. Pasaron 5
días y por fin una mañana cuando el trozo de pan que habíamos comido no se
había ido de nuestras gargantas, apareció un coche. En él esperaba un hombre
alto. Me acerqué y le dije lo que confirmaría que era él. No perdimos
tiempo, nos subimos al coche. Mientras
mi hermano hablaba con el conductor yo comencé a leer la carta de mi madre.
Decía que cuando estaba embarazada de mí unos investigadores españoles vinieron
a ver el modo de vida de la tribu. Conoció a una mujer y le prometió que cuando
yo cumpliese los 15 años contactaría con ella para darme una vida mejor. Así
fue, mi madre contactó con ella desde el
hospital más cercano. Nos dirigíamos a Madrid. Fue un largo viaje, tuvimos que
coger cinco trenes en marcha. La comida se nos acabó pero la solidaridad de la
gente hizo que compartiera su comida con nosotros. Así iban pasando los días
entre dibujo y dibujo.
Un
3 de mayo llegamos por fin a Madrid. Allí estuvimos buscando desesperadamente a
la mujer, la que nos esperaba. Esa mujer había fallecido recientemente .Murió
pobre a causa de la estafa que le hizo su marido. Pero aun así nos dejó un
poquito de dinero que nos sirvió de mucho. No sabía muy bien ni el idioma ni el
uso del dinero. Lo primero que hice fue comprar comida al salir del
supermercado había una pobre anciana que pedía comida así que le di una parte
de mi comida ya que me recordaba a lo que hizo mi vecino con nosotros.
Dormíamos
en cartones y mantas. Comíamos de lo que
nos encontrábamos. Un día pasé cerca de una tienda y vi unos lápices y los compré. También
compré varios paquetes de pañuelos que
en ese entonces no sabía cómo se llamaban pero eran buenos para pintarlos y la
gente los utilizaba mucho. Decidí venderlos en los semáforos. Decoraba los
pañuelos con dibujos y frases positivas. Sentía que así hacia feliz a la gente.
Pasaba el tiempo, mis circunstancias habían cambiado, pero no mi sonrisa.
Todos
los días me fijaba en una mujer a la que especialmente hacia feliz con mis
dibujos. Siempre me compraba mis pañuelos. Una noche esa misma
mujer se paró delante de mí y me invito a un café. Me dijo que trabajaba en
publicidad, ilustrar anuncios. Me ofreció un trabajo.
5 AÑOS
DESPUÉS…
A
través del dibujo encontré una salida profesional que me ha reportado una buena
vida. He intentado muchas veces buscar a mi madre, pero hasta ahora sin resultado. Actualmente me
dedico a viajar por países tercermundistas, ayudo y me comunico con mis
ilustraciones, ellas son mi voz .
Muchas
veces pienso en toda esa arena que empleé
para enseñarme a dibujar y en mi vecino, que para mí fue y es, mi
espejo de SOLIDARIDAD.
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