El escritor húngaro Imre Kertesz, que obtuvo el premio en 2002, ha fallecido en su casa de Budapest. En la totalidad de su obra, destaca especialmente la novela Sin destino que tardó 13 años en escribir y publicó en 1975. Sin destino constituye una ventana privilegiada desde la que observar el Holocausto. Kertész era un muchacho de 15 años cuando fue deportado en 1944 por la policía húngara al campo de exterminio alemán de Auschwitz, en Polonia. Cuando regresó a Hungría, no solo se encontró el apartamento de sus padres ocupado por extraños, sino que, además, se dio cuenta de que se encontraba totalmente solo. Toda su familia había sido devorada por la máquinaria asesina nazi..
Kertész, que padecía parkinson y había anunciado que dejaba la literatura, había regresado a Hungría en 2013, después de vivir durante años en Alemania. Entonces hablaba de un acontecimiento transcendental que ha marcado el final de su vida: la desaparición de los testigos, la conciencia de que su voz es una de las últimas que podrán contar en primera persona el Holocausto.
El escritor, como Elie Wiesel, otro judío húngaro deportado a Auschwitz, premio Nobel de la Paz, o Primo Levi, el químico italiano que sobrevivió a los campos y que acabó suicidándose, era consciente de que la importancia de su literatura iba más allá de las palabras, que debía ocupar un papel esencial en la sociedad.