Habíamos vuelto, completando alguna clase de círculo en cierto modo mágico, pues me había permitido compartir una inesperada intimidad con Helena, igual que si todo se reanudase en el punto y la hora en que salimos, días antes, para comprar provisiones. Allí había empezado todo y allí tendría que terminar.
Es preciso actuar como lo hubieseis hecho, ni un gesto diferente –había dicho Horacio. Que él no tenga ningún motivo para desconfiar.
De modo que habíamos elegido la fábrica. ¿Adónde podíamos volver si no, una vez eliminados los alojamientos oficiales y el bar del Albayzín donde habíamos sido delatados?
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