sábado, 9 de julio de 2011

CONCURSO DE RELATOS


La Biblioteca ha convocado un concurso de relatos en el que a partir de un inicio, relacionado con una leyenda transmitida en el pueblo que tiene su origen en la época musulmana de Iznalloz, los alumnos han creado sus propias historias. Hemos querido compartir con vosotros ésta, que nos ha gustado mucho.



El tesoro del moro
Por Laura Espinosa Fernández 3º eso

Hubo una vez, en tiempos en los que la península todavía era musulmana, un bandido que atemorizó a toda la provincia de Granada. Nadie escapaba de este bandido, robaba a aldeanos, a guerreros, a ricos, a pobres, se cuenta que incluso una vez consiguió robar en la mismísima Alhambra. A este bandido se le llamaba ‘el Toro’ porque, la pocas personas que lo habían visto, aseguraban que llevaba una máscara de este animal, unos creían que ocultaba un feo rostro, otras, una desfiguración, lo cierto es que nunca llegó a saberse.

En estos tiempos reinaba Yusuf I, y como cualquier rey hubiera querido, quería saber donde se ocultaba el toro pero todos los guardias  a los que mandaba a seguirlo volvían siempre diciendo que le habían perdido la pista. A esto llegó a la corte del rey su sobrina Faghira a hacerle una visita. Faghira se enteró del problema que tenía su tío y se ofreció a ayudarle  para capturarlo, poniéndose ella y un carruaje de oro de cebo. El Toro iría a por el oro y Faghira le enamoraría. Cuando el toro hubiera caído en sus redes la llevaría a su escondite y ella, para mostrar el camino hacia él, iría tirando pequeñas perlas por el camino que los guardia seguirían para capturar al Toro y conseguir su botín.

Pusieron en marcha el plan tres días después, para que el rumor del carruaje lleno de oro llegara a los oídos del Toro. El Toro apareció tal y como estaba previsto y, en cuanto vio a Faghira, se enamoró perdidamente de ella. El Toro le ofreció llevarla al castillo que había construido dentro de un cerro cercano al Castillo de los Almendros. Ella aceptó, fingiendo que también se había enamorado de él, y por el camino fue tirando las perlas sin que el Toro se enterara. Lo único que Faghira y Yusuf no habían previsto fue que Faghira se enamorara de verdad del Toro al final del viaje. Cuando ella se dio cuenta de que estaba enamorada empezó a llorar y le confesó todo al toro. El Toro, en vez de enfurecerse con ella o que le entrara el pánico, soltó al caballo del carruaje, cogió a Faghira en brazos y galopó hasta la entrada de su castillo, que parecía la entrada a una cueva. Cuando llegaron vieron que los soldados estaban llegando, Faghira y el Toro entraron en el palacio y, una vez dentro, el Toro accionó un mecanismo que derrumbó la entrada al castillo. Sepultándola con rocas y dejándolos a ellos dentro y a los soldados fuera por toda la eternidad. 

Poco después esta historia llegó a los oídos de los aldeanos, muchos de ellos fueron al cerro del Toro, como habían empezado a llamarlo, para buscar la entrada a ese magnífico castillo que ocultaba en su interior un tesoro como nunca antes ha habido uno, pero nunca nadie lo consiguió. Muchos años después los cristianos expulsaron a los musulmanes de la península, pero la historia del Toro y Faghira se quedó. Muchos cristianos intentaron, al igual que antes los musulmanes, encontrar el magnífico Tesoro del Moro, como empezó a llamarse, pero nunca nadie encontró siquiera la entrada al castillo.

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